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domingo, 27 de diciembre de 2015

El atentado contra el general Prim


145 años se cumplen hoy de los disparos a la berlina del general Prim que dieron con su muerte tres días después, según nos cuenta la historia, o antes, según algunas teorías actuales tras reabrirse el caso de su asesinato en 2014, coincidiendo con su 200 aniversario de nacimiento.
La berlina en que viajaba en ese momento está catalogada en el museo del Ejército con el número 5868, las mismas cifras en otro orden de 5886, con que fue catalogado en el mismo museo el retrato de Federico Puig Romero. Aparte de esta macabra y anecdótica coincidencia de cifras, ambos asesinatos tienen más cosas vinculantes. Si hacia el estado apunta la autoría del atentado contra Prim, es el estado quien participa activamente en encubrir el asesinato de Federico Puig Romero, entre cuyos asesinos materiales se halla alguien vinculado al general Prim, que es el director del movimiento revolucionario de 1866 que sirvió para camuflar las auténticas circunstancias del asesinato de Federico Puig Romero, realizado por alguien que contaba con la protección del gobierno de Isabel II, que premia con grandeza de España al principal encubridor. También premia al general Serrano con el toisson de oro, la máxima distinción que otorga la corona, por su actuación en el asalto al cuartel de San Gil el 22 de junio de 1866.
El papel de Serrano es decisivo en este encubrimiento, al ser el primero que hallaría en el cuartel el cadáver del coronel Puig, que en los días sucesivos se convirtió en ubicuo en la prensa auspiciada por el gobierno generando una cortina de humo que cumplía el objetivo de que no se descubriera que murió en su vivienda asaltado por sicarios sin posibilidad de defenderse, y no en medio de la sublevación. Serrano es considerado uno de los principales posibles autores intelectuales del asesinato de Prim.
A Serrano le unía gran amistad con el coronel Puig, hasta el punto de llamar hermano al coronel Puig. Serrano se enfrenta a Prim aparentemente en 1866, aunque en 1868 son aliados cuando sale de España Isabel II. ¿Qué papel desempeñó Serrano en los asesinatos de Puig y Prim?


Muchas páginas del abultado sumario del asesinato de Prim desaparecen durante la dictadura que con el general Vigón propiciaba otra versión falsa del asesinato del coronel Puig. ¿A quién protegía la dictadura franquista al ocultar información sobre ambos asesinatos?

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Un cortesano en 1815


1815 sería el último año de vida de Vicente Puig, al que se atribuye como hija póstuma la niña de que queda embarazada Gertrudis en ausencia de este por dictado de Fernando VII. Ni llegó a enterarse del embarazo de su esposa porque halló una muerte repentina cuya causa fue falsificada, al igual que los datos del expediente de viudedad para que salieran las cuentas y la niña nacida  en 1816, ya siendo azafata de la reina Gertrudis, llevara el apellido Puig en lugar de Borbón. Viuda y con siete hijos a su cargo más la niña que no era de su marido, Gertrudis se convirtió a partir de entonces en juguete de Fernando VII.  Muy similar a lo que sucede en la película El hombre de la máscara de hierro, basada en la obra de Alejandro Dumas, que quizá se inspiró en la historia de Gertrudis, que perviviría en la comidilla palaciega cuando el escritor llegó a la corte española. En la película, Cristine es objeto de deseo del rey Luis XIV, que ordena la muerte de su prometido. El rey pasa a ser su protector y ella no tiene otra opción que convertirse en su amante, porque la autoridad soberana es irrefutable, como sucedió a Gertrudis con Fernando VII. Cristine finalmente se suicida al descubrir el engaño. Gertrudis no tenía esta opción porque era madre y solo podía elegir entre sacar a sus hijos adelante o convertirlos en objeto de las iras del soberano, lo cual significaba elegir entre vida y muerte.

El absolutismo y terror que se vivía en este año lo recrea a la perfección Benito Pérez Galdós en su episodio nacional Memorias de un cortesano en 1815. El personaje que crea se llama Juan Bragas, más conocido como Pipaón. Explica Pipaón cómo pasó de la nada a sentarse en un sillón del Consejo de Castilla. Se entrenó en inventar cartas, remedar tipos de letra…, llegando a convertirse en indispensable para Fernando VII. Detalla cómo se despojaba de papeles a los perseguidos, porque si no, la justicia habría tenido que romperse los cascos para inventarlos después, lo cual es tarea larga y que da mucha fatiga y quita mucho tiempo a los señores de la comisión de Estado. El sector principal objeto de persecución eran los liberales, gaceteros, discursistas, preopinantes, soberanistas, republicanos, volterianos, masones... Es decir, cualquiera que se opusiera al absolutismo. Refiere cómo se corrían rumores falsos de conspiraciones, se contrataba gente para acusar a otros, utilizaban a franciscanos o agustinos para arengar la muchedumbre… Y los ministros estaban impedidos para gobernar porque el control de todo lo llevaba el equipo asesor del rey que, según el marqués de Villaurrutia, estaba compuesto principalmente por el duque de Alagón y Chamorro, de los cuales afirma: El  secreto de  la  perdurable   privanza  acaso   estaba  en  que, maestros  ambos   en  rufianescas tercerías, para dar gusto al Rey solo necesitaban  buscar  quien  se  lo  diera.  

La tragedia de la familia Puig al cruzarse en su camino Fernando VII puede reconstruirse y salir a la luz, pero en el anonimato quedarán muchas historias trágicas de vidas sumidas en el horror y desesperación por capricho soberano.



lunes, 21 de diciembre de 2015

Las abarcas del campesino analfabeto que soñó ser poeta


En entrada pasada Voces desde el más allá de la historia se halló presente en la presentación de Los manuscritos de Teresa Panza, novela que nos traslada a los tiempos cervantinos donde Don Quijote da paso a una nueva generación encarnada en la protagonista, Teresa Panza. Tras su lectura  no puede menos que aplaudirse a su autor, Paco Arenas, e intentar indagar en sus motivaciones y sentimientos. Y nada mejor que la poesía  para fotografiar el alma en sus momentos de explosión que brota con la necesidad de emerger y calar en los sentimientos de quienes los captan. Las abarcas del campesino analfabeto que soñó ser poeta nos invita a asomarnos a ese espíritu atrapado en las limitaciones de una vida con desigualdad de oportunidades que Paco Arenas no pierde oportunidad de reivindicar.

Podría calificarse de poesía social en parte, pero yo, en mi modesta opinión de lectora y no entendida de poesía, percibo mucho más que eso. Si en Los manuscritos de Teresa Panza la protagonista tiene tanta fuerza que casi parece llevar de su mano al autor, en sus poemas Paco Arenas es quien nos va dirigiendo para hacernos adentrar en  distintas épocas y vivencias, no de modo frío e impersonal, sino desde el mismo sentimiento, generando la inmediata reacción del interlocutor en que convierte a su lector.

A mí me ha aportado muchísimo esta lectura, llena de emociones contenidas, de retratos sociales ignorados u olvidados, de impotencia, de frustración, de superación, de humildad, de frenesí, de amor y desamor, de autenticidad y compromiso… En definitiva, una lección de vida y sentimiento que mueve a la reflexión y a la reacción, porque en cada uno de nosotros hay un Paco Arenas que pugna por salir y lanzar al viento reivindicaciones, ideales y lucha.  Y si su padre pudiera hablar, seguramente diría que se ha ganado a pulso el honor de calzar sus abarcas.



sábado, 12 de diciembre de 2015

La versión fraudulenta del asesinato de Federico Puig Romero firmada por el historiador Antonio Pirala


Entre los historiadores pueden existir ciertas divergencias a la hora de relatar un hecho histórico, y más si se parte de rumores, como en el caso del oficial Puigmoltó, al que se endosó la paternidad de Alfonso XII. Esto se aplica también al asesinato de Federico Puig Romero, del que se propagaron todo tipo de rumores distintos en la prensa controlada por la censura gubernamental, que sin desmentirlos ni pronunciarse en una versión pública oficial, alentó a estas especulaciones, no producidas en el resto de oficiales muertos el 22 de junio de 1866.

En estos casos de información basada en rumores, la postura de un historiador honesto y riguroso que escriba sobre ello sería citar la contradicción de fuentes y relatar los hechos probados. Si nos atenemos al significado de la palabra fraude, acción que va contra la verdad y la rectitud, puede afirmarse que Antonio Pirala y Criado lo comete en lo tocante a la descripción pormenorizada que da de la muerte de Federico Puig Romero. Esta versión la proporciona el historiador en 1876, recién restaurada la monarquía con Alfonso XII, presunto hijo de Federico Puig Romero. Es presidente del gobierno Antonio Cánovas del Castillo, gran impulsor de esta restauración y desde 1860 académico de la Real Academia de Historia, de la que llegaría a ser director en 1882, cargo que ostentaría hasta su muerte en 1897. La influencia de Cánovas es decisiva desde 1875 para los nombramientos de académicos, predominantemente conservadores. Pirala pertenece a la corriente liberal y a pesar de eso logra de Cánovas el nombramiento de académico correspondiente en 1889, teniendo en cuenta, según consta en su expediente, la publicación de tres grandes obras, la última de ellas, Historia Contemporánea, que inicia su publicación en 1876 contando con el beneplácito de la Restauración y suponiendo el impulso necesario para su nombramiento.
Antonio Pirala y Criado
El lector crédulo encuentra en el libro de Pirala tantos datos sobre la muerte de Federico Puig Romero que no necesita buscar más cuando dispone de todo un folletín en el que se echa de menos algo de poesía para resaltar los momentos más dramáticos. El caso es que el folletín piralesco consigue su efecto, y dada su reputación de historiador, muchos se basan en él. Sin embargo, si se consultan las diversas fuentes y especialmente el expediente de los acontecimientos, puede comprobarse fácilmente que estos detalles son inventados y en su afán de encubrir este asesinato, Pirala llega incluso a falsear el testimonio de un coronel y omitir las muertes de otros oficiales que echan por tierra la puesta en escena del coronel Puig donde convenía que estuviera para justificar el asesinato que había encubierto el gobierno de Isabel II, exiliada desde 1868. Alfonso XII es impuesto por un militar en 1875, y las especulaciones en torno a las auténticas circunstancias del asesinato de su supuesto padre, Federico Puig Romero, debían zanjarse mediante una versión firmada por un historiador. Todo ello sale por primera vez a la luz en mi libro Voces desde el más allá de la historia.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Los manuscritos de Teresa Panza


El pasado 26 de noviembre Voces desde el más allá de la historia estuvo en la presentación de Los manuscritos de Teresa Panza, del autor Paco Arenas.  Esta novela es protagonizada por Teresa Panza, hija de Sancho Panza, el famoso escudero de Don Quijote. Sin duda, es un libro que deja huella y tiene un distintivo especial. Reúne ingenio, imaginación, humor, erotismo, filosofía, así como la capacidad de atrapar al lector y sumergirle en el relato. Los personajes están muy logrados, así como el lenguaje que emula al cervantino y nos traslada a otra época muy distinta a la nuestra, pero con la actualidad de vivencias y pasiones intemporales. Es un reto muy difícil para cualquier escritor que Paco Arenas supera sobradamente.  Y una gran osadía en esta época en que el léxico se va viendo cada vez más reducido, paradójicamente, por el avance de la tecnología.


Original como pocos, este libro nos lleva inmediatamente a la figura de don Quijote, al que nadie ignora aunque no haya leído la genial obra de Cervantes. Teresa Panza tiene algo de este personaje: tal cual se enfrentaba don Quijote a los molinos de viento lo hace Teresa Panza en la lucha por su crecimiento personal, impensable para la mujer en aquel entonces. Teresa Panza no se ata a otros ideales que a los que rijan su libertad. Podría decirse que es un espíritu libre y crítico con la sociedad y con ella misma, aunque no se arrepienta de nada. De ahí que quiera plasmar su vida en los manuscritos que con tanta excelencia escribe Paco Arenas hasta llegar a sembrar en el lector la duda de si existieron realmente. Mi más sincera enhorabuena a este gran autor.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Los secretos de Antonio Guillelmi, secretario de cámara del tío de Fernando VII


Hoy hace 208 años el infante Antonio Pascual, tío de Fernando VII, designaba a su secretario de cámara. El beneficiado era Antonio Guillelmi, tío del consorte que doce años después llevaría al altar a Gertrudis Romero en la capilla real. Nada nuevo entre los Guillelmi, puesto que el finado suegro de Gertrudis se había casado en el Real Sitio del Pardo, lo que demuestra la cercanía del clan Guillelmi a los entonces reyes Carlos IV y María Luisa, así como a Manuel Godoy, valido de los reyes que llevaba todos los asuntos de estado y adquirió el título de príncipe de la Paz.

El nombramiento de Antonio Guillelmi en su cargo se basa en los méritos contraídos recién ocurridos los sucesos del Escorial, cuando un informante anónimo advierte a los reyes de la traición de su hijo, el entonces príncipe de Asturias Fernando, que pretende usurpar el trono de su padre e incluso envenenar a su madre. Desde entonces Antonio Guillemi queda encargado de todos los documentos del infante Antonio Pascual, incluidos algunos desconocidos e inéditos como los de su partida a Bayona en 1808, cuando Fernando VII, tras quitar la corona a su padre, se la regala a Napoleón y parte toda la familia real española hacia Francia.

Pero además de conocer de primera mano qué papel había desempeñado Fernando VII en las conspiraciones contra su padre, Carlos IV, Antonio Guillelmi sabía muchas más cosas. Quedó al cuidado de su díscolo sobrino, Juan, que en 1819 se casa con Gertrudis mediante matrimonio arreglado por Fernando VII al tiempo que él se casaba con Josefa Amalia de Sajonia. Al cabo de tres meses el cirujano de la Real Familia certifica que Gertrudis ha tenido un mal parto en el que difícilmente mediaría su consorte, que servía para cubrir apariencias ante la nueva reina esperando a cambio que el rey cumpliera lo pactado.

Antonio Guillelmi cae en desgracia junto con Gertrudis y su familia desde finales de 1823. Su lealtad a los reyes padres, exiliados en Roma hasta su muerte casi simultánea a comienzos de 1819, le impidió revelar datos graves que no tuvo reparo en usar en 1827, cuando ya al borde de la tumba sentía la carga de todas las vidas fustigadas por el actual representante de la corona, Fernando.



De ejercer sobre los huérfanos el mayor despotismo desde 1824, Fernando VII cambia abruptamente al poco de morir Antonio Guillelmi y está dispuesto a todas las concesiones, recurriéndose a falsificaciones y bolsillo secreto del rey para favorecerles. Poco  después el confesor de la reina madre intenta chantajear a Fernando VII con relación al verdadero origen de la real prole de su madre, sin otro resultado que ser encarcelado de por vida. Todo lo contrario a los huérfanos Puig Romero pocos meses antes. El legado que pudiera haberles dejado Antonio Guillelmi tenía tanto poder como para doblegar al absoluto.