Entre los historiadores pueden existir ciertas divergencias a la hora de relatar un hecho histórico, y más si se parte de rumores, como en el caso del oficial Puigmoltó, al que se endosó la paternidad de Alfonso XII. Esto se aplica también al asesinato de Federico Puig Romero, del que se propagaron todo tipo de rumores distintos en la prensa controlada por la censura gubernamental, que sin desmentirlos ni pronunciarse en una versión pública oficial, alentó a estas especulaciones, no producidas en el resto de oficiales muertos el 22 de junio de 1866.
En estos casos de información basada en rumores, la postura de un historiador honesto y riguroso que escriba sobre ello sería citar la contradicción de fuentes y relatar los hechos probados. Si nos atenemos al significado de la palabra fraude, acción que va contra la verdad y la rectitud, puede afirmarse que Antonio Pirala y Criado lo comete en lo tocante a la descripción pormenorizada que da de la muerte de Federico Puig Romero. Esta versión la proporciona el historiador en 1876, recién restaurada la monarquía con Alfonso XII, presunto hijo de Federico Puig Romero. Es presidente del gobierno Antonio Cánovas del Castillo, gran impulsor de esta restauración y desde 1860 académico de la Real Academia de Historia, de la que llegaría a ser director en 1882, cargo que ostentaría hasta su muerte en 1897. La influencia de Cánovas es decisiva desde 1875 para los nombramientos de académicos, predominantemente conservadores. Pirala pertenece a la corriente liberal y a pesar de eso logra de Cánovas el nombramiento de académico correspondiente en 1889, teniendo en cuenta, según consta en su expediente, la publicación de tres grandes obras, la última de ellas, Historia Contemporánea, que inicia su publicación en 1876 contando con el beneplácito de la Restauración y suponiendo el impulso necesario para su nombramiento.
Antonio Pirala y Criado |
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