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domingo, 21 de abril de 2019

Oraciones por Isabel II



Caricatura de Isabel II del libro SEM - Los  Borbones en pelota.

El pasado 9 de abril se cumplieron 115 años desde que la ex reina Isabel II de España dejara el mundo de los vivos con la garantía de tener el cielo ganado que le confería la Rosa de Oro, concedida por el Sumo Pontífice a las reinas católicas. Su Majestad Católica recibía esta distinción de manos de Pío IX, el Papa que diez años atrás había apadrinado a su hijo, el futuro Alfonso XII, en medio de todo el revuelo que se armó acerca de su paternidad secreta, o no tanto, pues desde el mismo entorno de la reina se lanzó el rumor de que correspondía al oficial de Ingenieros Enrique Puigmoltó y Mayans, desviando la atención de lo que realmente importaba ocultar, como desvelo en mi libro Voces desde el más allá de la historia.


Pío IX.
La Rosa de Oro obtenida en 1868 de poco le valdría para mantener su trono, viéndose obligada a partir al exilio en el mismo año. La revolución de septiembre de 1868 se lograba sin apenas resistencia; la sangre ya se había derramado el 22 de junio de 1866, en el cuartel de San Gil y en las calles de Madrid, tanto en la sublevación como con las terribles represalias del gobierno con fusilamientos masivos a sargentos y soldados, muchos de ellos inocentes. Además de estas trágicas muertes, cabe citar el asesinato  producido antes de la sublevación, dentro del cuartel, a sangre fría, por sicarios que contaban con la protección del gobierno, dejando sin vida ni defensa al coronel Federico Puig Romero, en presencia de su aterrorizada familia, que guardó silencio aleccionada por Isabel II. El legado de ese testimonio a través de mis ascendientes me ha permitido indagar y descubrir el entramado que se intentó ocultar.

En su viaje hacia el exilio Isabel II probablemente no lamentaba nada ninguna de aquellas vidas inmoladas para proteger un secreto. Un secreto surgido de su conducta irreflexiva y caprichosa. Pero hiciera lo que hiciera, tenía garantizada la dicha eterna porque ella era reina por la gracia de Dios. Contaba además con un equipo de colaboradores de limpieza espiritual exprés, raudos a suministrarle garantías de su reinado en el cielo. Porque hasta allí debía extenderse su corona. Y entre  quienes proporcionaron socorro a su alma destaca Santa María Micaela, sobre la cual decía Isabel II: ‹‹fue para mí verdaderamente un ángel guardián y estoy segura de que Dios escuchaba sus menores súplicas, que yo le hacía elevar por mi salud, mi familia y todos mis asuntos...›› (1) La monja fue beatificada en 1925 y canonizada en 1934 como Santa María Micaela del Santísimo Sacramento.

Santa María Micaela,

También llegó a santo el padre Claret, confesor de la reina  y receptor, curiosamente, fuera de confesión, del rumor sobre Puigmoltó que sin tener que guardar secreto de confesión hizo llegar al Vaticano, lográndose así desviar la atención del presunto verdadero padre, Federico Puig Romero, cuyo anonimato en este espinoso tema le dio tregua unos años hasta su anticipado fin camuflado en la sublevación militar de 1866. El confesor de Isabel II sería beatificado en 1935 y canonizado en 1950 como San Antonio María Claret. 

San Antonio María Claret.

Isabel II no solo logró hacer rezar por ella a sus acólitos del clero que llegarían a alcanzar la santidad, sino incluso a quienes poco o nada tenían de religiosos y se congratulaban con su salida de España en 1868. La historiadora Isabel Burdiel alude a las Letanías, que ‹‹insultan de manera indigna a Su Majestad›› (2), de las que tiene referencia indirecta, pues según afirma la historiadora, ‹‹no he podido localizar Las Letanías››. En mis investigaciones di con una de ellas en la Biblioteca Nicolau Primitiu, y no tiene desperdicio. Se titula Letanía que todos los liberales deben rezar para que no vuelva a España Isabel de Borbón y toda su camarilla. Está impresa en Valencia, calle Embajador Vich, 12. Quién sabe si Isabel II llegara a escuchar esas plegarias cuando decidió abdicar en su hijo Alfonso XII… 




(1) Carmen Llorca, Isabel II y su tiempo, Ediciones Istmo, 1984, 1ª edición  1956.
(2) Isabel Burdiel, Isabel II, una biografía (1830-1904), Peguin Random House, Grupo Editorial España, 2011.




jueves, 4 de abril de 2019

No eligieron el entorno palaciego del que no lograron escapar



Retratos de oficiales muertos el 22 de junio de 1866
(Entrada Día Sanz del Museo Específico de la
Academia de Artillería de Segovia).
Miro hacia atrás y me asombra cuánto había por descubrir sobre el pasado de mis ancestros vinculados a otra historia de España que no se ha contado en los libros. Se trata de una historia que me concernía directamente como descendiente de aquellos que se vieron sumidos en la tragedia por su cercanía al entorno palaciego que no eligieron y del que no lograron escapar. Las consecuencias nefastas de esta proximidad entre los Puig y los Borbón no solo lo serían para mis antepasados. Quedaba una estela de muertes silenciadas en torno a un pasado que al estado le era conveniente sepultar.

Junto al retrato de mi tatarabuelo, el primero de la sala en la entrada Día Sanz.
Son muchas las anécdotas y vivencias de tantos años de trabajo invertidos en el rescate de esa información. Uno de los momentos más emocionantes fue descubrir el retrato de mi tatarabuelo, Federico Puig Romero, en el Museo Específico de la Academia de Artillería de Segovia. No estaba expuesto desde hacía años, pero logré dar con su ubicación, y el entonces coronel director me brindó su colaboración inestimable, recuperando lo que pudo de ese 22 de junio de 1866 que se había intentado silenciar en lo concerniente a los oficiales de artillería muertos en el cuartel de San Gil, particularmente en el asesinato de Federico Puig Romero, ocurrido antes de la sublevación en la que se pretendió hacer creer había ocurrido.




En el Museo de Historia de Madrid.
En 2013 me tomé una fotografía junto al retrato, ubicado en la Entrada de Día Sanz. En 2015 publicaría mi libro Voces desde el más allá de la historia, y en 2018 resultaría ganadora del premio Hispania de Novela Histórica mi novela Alfonso XII y la corona maldita, basada en esa obra.

El día de la primera presentación del libro, 17 de enero de 2019, quise tomarme una foto junto al retrato de este personaje de mi novela, Alfonso XII, hijo ilegítimo de mi tatarabuelo.

Este y otros secretos a que dan vida los personajes de la novela, son reales, y resultado de una ingente investigación, plasmada en mi libro Voces desde el más allá de la historia, sobre el que opina una lectora en Goodreads este pasado 20 de marzo:


‹‹Excelente obra de investigación en la que la autora logra hilar con maestría preguntas, silencios, secretos, hechos contundentes y datos concluyentes, que atraviesan generaciones, que se encuentran en múltiples versiones, dando cuenta de la presencia de una verdad falseada para preservar el entramado palaciego, pero que cae de su peso por cuenta de los mismos acontecimientos.
El padre de Alfonso XII, el devenir de Gertrudis Romero, la revolución de San Gil, las muertes inexplicadas, los folios de archivos extraviados por manos compradas desde el poder que otorgan los títulos, la gestación de la primera república... un entramado de eventos que trazaron los últimos siglos en una España convulsa, con repercusiones inesperadas. Una reflexión invaluable sobre el papel de la historia en el moldeamiento de un futuro que depende de la pluma que lo escriba››.

Gracias por esta reseña, e igualmente a todos los que podáis ayudar a difundir esta historia a través de la lectura de los dos libros y vuestras opiniones.