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miércoles, 14 de octubre de 2020

Las traiciones de Fernando VII



Fernando príncipe de Asturias.


Tal día como hoy, en el año 1784, nacía el heredero del rey Carlos IV, hijo de su esposa María Luisa, que en sus instantes postreros aseguraba que ninguno de sus hijos era legítimo. Quedando pues en la incógnita la paternidad biológica del díscolo Fernando, su nacimiento en el Real Sitio del Escorial fue motivo de regocijo y siempre contó con el cariño y apoyo de la comunidad de los Jerónimos de este lugar donde la devoción y austeridad de los monjes se hacía compatible con la frivolidad y gracejo de los cortesanos que andaban a sus anchas por aquellas celdas del monasterio, entrecruzándose por los pasillos con portadores de hábito de la comunidad. Era uno de los Reales sitios entre los que repartían su estancia los reyes y su corte a lo largo del año junto con los Reales sitios de Aranjuez, del Pardo y La Granja de San Ildefonso, además del Real Palacio de Madrid.


En este mismo escenario del Escorial se darían las circunstancias propicias para que Fernando intentara destronar a sus padres en 1807, descubriéndose el pastel el 27 de octubre. En realidad ya lo llevaba intentando su ex esposa María Antonia Borbón, fallecida el año anterior, siguiendo activa su camarilla, que pasó a dirigir Fernando llevando a cabo una excelente campaña de desprestigio contra sus padres y el denominado valido, Manuel Godoy, que llevaba el timón del estado y recibió múltiples concesiones de los reyes en un intento de compensar su falta de origen noble para igualarle a esa rancia nobleza que le aborrecía por haberles hecho perder su anterior influencia encaminada a beneficios personales.

María Antonia de Borbón.



Como parte de la campaña contra Godoy y su madre, Fernando expandió el rumor de que habían sido autores de la muerte de su ex esposa, que en realidad había fallecido a causa de la tuberculosis que ya padecía cuando contrajeron matrimonio. Los logros de Godoy en avances e Ilustración fueron echados por tierra y se le culpó de todos los males, logrando Fernando sus objetivos de desatar contra él las iras populares como primer paso para derribar a sus padres del trono. Para ello contaba con la ayuda de un canónigo, Escoiquiz, que orquestaba las maniobras de aliarse al emperador Napoleón intentando organizar a Fernando una boda con la pariente del emperador de los franceses, todo a espaldas de sus padres, poniendo en bandeja a Napoleón Bonaparte la posibilidad de crear un vacío de poder en España y anexarla a sus múltiples conquistas en Europa. Todos los trabajos de Godoy intentando mantener a raya a Bonaparte mediante la política de alianza entre Francia y España fueron tirados por la borda con la traición de Fernando a sus padres y a España misma.


Manuel Godoy.


Descubierta su conspiración y llevados a juicio sus cómplices que el mismo Fernando delató sin pudor alguno, arrastrándose ante sus padres para obtener su perdón, volvió a las andadas una vez hubo ganado su confianza. Culminó esta nueva conspiración el 18 de marzo de 1808, cuando contrataron él y su tío el infante Antonio Pascual a alborotadores que lograron su objetivo de dirigir a las masas enardecidas a casa de Godoy, que fue hecho preso, humillado y maltratado sin juicio alguno, despojándosele además de todos sus títulos y propiedades. Bajo coacción Fernando hizo renunciar a la corona a su padre y, no contento con ello, invitó a Napoleón y sus tropas a invadir España, que abandonó a su suerte mientras él acudía solícito al llamado de Napoleón, entregándole la corona que pasaría a manos del hermano de Napoleón, coronado como José I.


El pueblo español, engañado, vio a Fernando como una víctima de sus padres y Godoy, y después, de Napoleón, iniciándose la guerra contra los franceses con el principal objetivo de recuperar la corona de Fernando VII, llamado El Deseado. Para los españoles que se hallaban fuera de España como ejército aliado de Francia todos estos hechos tardaron en saberse. En ese ejercito de Dinamarca se hallaba mi antepasado, Vicente Puig, que fue uno de los supervivientes de la División del Norte al mando del marqués de la Romana que logró regresar a España con ayuda de los británicos en octubre de 1808 y unirse a la lucha contra los invasores.


La guerra finalizaba por fin en 1814, reponiéndose en el trono a Fernando VII, sin el menor agradecimiento hacia el pueblo y ejército que lo había hecho posible. Impuso un régimen de absolutismo y terror llevando a la cárcel y miseria a muchos de los que habían arriesgado la vida en su nombre. Y peor suerte tuvo mi antepasado, Vicente Puig, que tras haber sorteado peligros en su regreso y lidiado en varias batallas para reponer al monarca, perdió la vida por el capricho de Fernando sobre su esposa, Gertrudis Romero. Vicente estorbaba en sus proyectos y después de apartarlo a otro destino y dejarla a ella embarazada, se queda viuda de forma misteriosa, falsificándose la auténtica defunción de Vicente Puig, quedando su viuda y huérfanos totalmente a merced de Fernando VII, con un desenlace trágico para ella y posteriormente para su hijo Federico, cuando se viera en idénticas circunstancias con Isabel II, la heredera de Fernando VII. Como si de una maldición se tratara, su historia, real y documentada, queda plasmada en la novela Alfonso XII y la corona maldita (Altera, 2018), basada en las investigaciones de Voces desde el más allá de la historia (Incipit, 2015).




Las traiciones de Fernando VII serían la norma a lo largo de su reinado, considerado por la mayoría de historiadores como nefasto, y estas traiciones se extendían, como he dicho, a su ámbito personal. Incluso a sus propios hijos, de los que renegó. De 1814 a 1833 España hubo de sufrir un monarca que se negaba a firmar la constitución y cuando lo hizo fue mediante engaños, mientras preparaba otro golpe. Tarde comprendieron quienes le creyeron que su palabra no valía. Y si algo se le puede atribuir a este monarca es el germen de las divisiones civiles que colearían en el futuro de una España enfrentada.