Fernando VII (Francisco de Goya) |
El 24 de marzo de 1814 retornaba a España Fernando VII, el Deseado, aclamado por el engañado pueblo que le recibía tan ansiosamente como a la recién entrada primavera. No habían sido en vano las falsas propagandas de imagen para el monarca traidor a su padre, al que destronó mediante artimañas y conspiraciones, llegando incluso a intentar envenenar a su madre. También fue traidor a su patria, que había luchado esforzadamente contra la invasión francesa mientras su rey alababa las victorias de Napoleón y buscaba el modo de emparentar con él mediante un matrimonio ventajoso. Todo esto lo ignoraba su pueblo, que se levantó el 2 de mayo de 1808 contra los franceses por defender a su soberano creyéndole una víctima. El regreso de su “cautiverio” marcaba el fin del largo invierno de lucha. Pero aquella primavera supuso el fin de la libertad y el inicio de la más cruel y despótica represión.
Carlos IV (Francisco de Goya) |
El 12 de marzo de 1815 se crea el ministerio de seguridad pública que mantenía a toda la población, más que controlada, aterrorizada. Para dar un ejemplo, los mesoneros cada noche estaban obligados a informar quien pernoctaba. Ningún vecino podía alojar a nadie en su casa sin avisar al alcalde. No podía entrar ni salir nadie de Madrid sin indicar por escrito el detalle de su origen y destino. Todos los movimientos estaban controlados y quien era acusado dependía en última instancia de la decisión soberana, que podía jugar con los destinos de todos.
Pero estas medidas represoras no eran suficientes si llegaban noticias de lo que ocurría en Francia, donde desde 20 de marzo Napoleón ha tomado el Palacio de Tullerías sustituyendo los emblemas reales por la bandera tricolor y el águila imperial. El 27 de mayo de 1815 se ponen de nuevo en vigencia dos reales cédulas promulgadas por el destronado padre de Fernando, al considerarse que se dan circunstancias similares a aquella época en que producida la revolución francesa, Carlos IV temía que cundiera el ejemplo en España de las acciones del pueblo francés contra la familia real.
Napoleón a su regreso de Elba en 1815 |
Ante los avances de la revolución, el 21 de junio de 1791 la familia real francesa había intentado fugarse al extranjero pero son sorprendidos, proponiéndose entonces la república. Se les perdona creyendo la falsedad de que se trataba de una captura (como sucedió luego con Fernando VII), pero a cambio Luis XVI se ve obligado a aprobar una monarquía parlamentaria el 3 de septiembre. De ahí la real cédula de 10 de septiembre en que Carlos IV decreta que debía notificarse inmediatamente la llegada de cualquier panfleto subversivo que pudiera servir de ejemplo a los españoles respecto a los franceses. El 13 de agosto de 1792 es encarcelada la familia real francesa y a consecuencia el 22 de agosto se firma en España la real cédula alertando sobre el exhaustivo control en aduanas ante la llegada de cualquier libro que tratase de revoluciones y la nueva constitución francesa. Igualmente debería ser confiscado cualquier objeto alusivo (abanico, cinta…)
Captura de Luis XVI y su familia al intentar huir de Francia el 21 de junio de 1791 |
Acorralando al pueblo español y aislándole del resto, Fernando VII mantenía su trono asentado sobre el espanto. Y este absolutismo alcanzaba el ámbito privado, con las trágicas consecuencias que llevó a la familia Puig Romero su entrecruce con este monarca. En un tiempo récord Gertrudis Romero se queda embarazada lejos de su marido y viuda bajo extrañas circunstancias en que se falsifica la defunción de su marido y a ella se le nombra azafata de la reina María Isabel de Braganza sin otro aval que ser designada por capricho soberano hasta que el absoluto se cansara de jugar con ella. Y esto sucede al cabo de unos años, cuando Fernando VII costea el funeral secreto de Gertrudis y deja a sus hijos en la indigencia. Era la voluntad soberana y había que acatarla. Se repetía la historia bíblica de Betsabé (entrada blog 13 de noviembre de 2015), elegida por el rey David aunque estuviera casada con Urías, que es quitado del medio. En el libro de los Reyes del Antiguo Testamento nos aleccionan sobre las circunstancias propiciadas en escenarios de reyes que pueden y deben evitarse.