Estampa de Isabel II niña, realizada en Calle de las Huertas 3, donde murió Gertrudis Romero en 1824. |
Hija de rey, hermana de reina y de padre de rey, del que era tía por partida doble: de su hermana menor Isabel II y de su hermano mayor Federico Puig Romero. No es un juego de adivinanzas, pero bien podría ser el guion de una serie basada en hechos reales que superan a la ficción y destapan una historia que permaneció oculta en el entorno de la corona por los testigos de las andanzas de Fernando VII y su hija Isabel II, vinculados estrechamente por lazos de vida y muerte a la familia Puig Romero.
El 22 de junio de 1816 nacía en Madrid Gertrudis Puig Romero, bautizada en la parroquia de San Sebastián como póstuma de Vicente Puig, militar que no llegó a participar en la concepción de esta niña, habiendo sido alejado de su familia por designios de Fernando VII, encaprichado de su hermosa mujer, Gertrudis Romero. La novela Alfonso XII y la corona maldita contiene parte de este argumento que poco o nada dista de la realidad sacada a la luz en el libro de investigación Voces desde el más allá de la historia. Los hechos desencadenados por esta nefasta unión de Gertrudis con el monarca traerían consecuencias a lo largo de tres reinados.
El 22 de junio sería una fecha luctuosa desde el mismo nacimiento de esta niña en 1816. El mismo día, cincuenta años después, sería asesinado su hermano por parte de madre Federico, ocultándose las auténticas circunstancias por el gobierno de su hermana por parte de padre, la reina Isabel II. En este asesinato, que semeja un thriller histórico, se hallan involucrados altos personajes, militares y palaciegos. Queda patente la necesidad del secreto y ocultación de estos hechos por Isabel II, su heredero Alfonso XII y el de este, Alfonso XIII, llegándose con este fin a actuaciones que pesarán en la historia de España.
Fernando VII e Isabel II.
Federico Puig Romero y Alfonso XII. |
La gran pregunta es: ¿por qué ningún autor ha sacado antes esto a la luz? De hecho, posteriormente a la edición de estas dos obras mías, se han publicado otros libros que tratan la vida de Isabel II y no citan mis hallazgos, dando como ciertos los mitos que se han transmitido a lo largo de años de silencio sobre estos hechos molestos que no interesaba dar a conocer.
Como respuesta a los últimos libros publicados, solo puedo decir que sus autores probablemente no han contrastado todas las fuentes posibles, o habrían dado con mis libros. Y de leerlos, no aceptarían tan fácilmente las historietas que se han contado, o al menos, las cuestionarían. Respecto a por qué no ha sido conocida esta información por ningún historiador o biógrafo, incluida mi admirada Isabel Burdiel, catedrática que avaló mi libro para ser presentado en la facultad de Geografía e Historia de Valencia por sus importantes aportaciones, la respuesta es sencilla: yo tenía algo que todos esos historiadores no tenían: el testimonio que me llegó directamente de mi abuela acerca del asesinato de su abuelo, Federico Puig Romero, en presencia de sus hijos, siendo el mayor de ellos el padre de mi abuela. También llegó a mí el conocimiento de una carta firmada por Alfonso XII dirigida a sus dos hermanos Puig Romaguera, hijos legítimos de Federico Puig Romero, lo que convierte a mi tatarabuelo en el mismo del rey emérito, Juan Carlos de Borbón.
Fotografía de Federico Puig Romero con su esposa y sus dos hijos, tomada apenas dos meses antes de su asesinato en presencia de su familia. |
Y por último, cabe recordar, que en el encubrimiento del asesinato de Federico Puig Romero y toda la historia que hay detrás de ello, participa activamente un historiador de renombre, Antonio Pirala, que funde todas las versiones contradictorias en una sola, recurriendo a falsear datos, como demuestro con fuentes documentales. La inmensa mayoría de historiadores toma por válida esta versión sin consultar las fuentes originales que yo sí he contrastado. Antonio Pirala hizo un gran trabajo para ocultar las auténticas circunstancias del asesinato de Federico Puig Romero el 22 de junio de 1866. Por esas curiosidades del destino, Antonio Pirala fallecería también un 22 de junio, en el año 1903.