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martes, 17 de noviembre de 2020

El padre secreto de Alfonso XII

 

Isabel II, Francisco de Asís y el príncipe Alfonso.



Por estas fechas, en 1857, la reina Isabel II se hallaba próxima a dar a luz. Uno más de tantos embarazos en los que se barajaban nombres sobre el verdadero progenitor, puesto que del rey consorte no se esperaba participación activa en la tarea de traer vástagos al mundo. En esto se bastaba sola Isabel II, cuyo matrimonio con su primo homosexual, Francisco de Asís, no supuso para ella ningún obstáculo a la hora de cumplir cabalmente con su principal deber como reina, que era concebir herederos de la corona. Podría decirse que fue una pionera en fertilización asistida. Esto descolocó bastante al ambicioso duque de Montpensier, marido de su hermana y rival Luisa Fernanda. El duque daba por supuesto que tendría asegurado el trono para su esposa al no haber descendencia del matrimonio real. Pero Isabel era mujer de recursos y no desdeñaba ocasión de propiciar encuentros íntimos con cuantos se pusieran a tiro real, convirtiéndolos en donantes genéticos para la real estirpe.


El duque de Montpensier siguió conspirando en la sombra, con sus zarpas listas para recoger el trono de manos de su esposa si la ocasión se presentaba, y bastante tuvo que ver en la caída de su cuñada años después. Tampoco podía Isabel confiar demasiado en su esposo, dispuesto a pactar con los carlistas, principales interesados en desligitimar la rama de Isabel II. La pregunta es: ¿qué era tan importante en este embarazo de 1857 que llevó al Papa a amonestar a la reina? ¿Qué tenía de especial este affaire que le distinguiera del resto de nombres de la larga lista de amantes de la reina?


Los historiadores y cronistas citan a un oficial apellidado Puig Moltó. La forma incorrecta de escribir el apellido compuesto Puigmoltó indica que no había documentos escritos sino solo rumores que muy bien pudieron ser útiles para encubrir a otro oficial apellidado Puig Romero. 


Lo cierto es que los rumores fueron deliberadamente expandidos desde el mismo entorno de la reina, hasta el punto de intervenir el Vaticano, lo que lleva a pensar en una cortina de humo. Curiosamente, el Papa aceptó apadrinar a este vástago nacido el 28 de noviembre de 1857, que resultó ser un varón, y por tanto heredero de la corona. Cuesta creer que tras un embarazo escandaloso el Papa se prestara a ello, legitimando así a este niño que fue concebido a principios de 1857. Con esto la reina les daba un golpe de mano a los carlistas, que de haber dado con el auténtico padre del príncipe Alfonso, hubieran podido airear un pasado secreto y ominoso que hubiera puesto en tela de juicio los derechos de Isabel en el trono.


En 1868 el príncipe Alfonso tuvo que salir de España exiliado junto con sus padres, aunque retornó como rey gracias al pronunciamiento militar del general Martínez Campos en diciembre de 1874. Comenzó así su reinado, desligado completamente de su madre, con una actitud renovadora que le granjeó el nombre del Pacificador. Activo e incansable, no perdió un minuto  para contactar con quienes él denominaba sus queridos hermanos: los hijos legítimos de Federico Puig Romero, coronel de artillería asesinado el 22 de junio de 1866 en el cuartel de San Gil de Madrid, en circunstancias ocultas y falseadas por el gobierno de Isabel II. Las consecuencias de este asesinato colearon hasta 1873, proclamándose la primera república española.

 

Federico Puig Romero y Alfonso XII.
Federico Puig Romero y Alfonso XII.

            

La gran cortina de humo en torno al nacimiento de Alfonso XII ha dado sus frutos hasta el punto de que sin existir pruebas escritas de la paternidad de Enrique Puigmoltó y Mayans, basada en rumores, se le cita como padre biológico de Alfonso XII, haciéndose eco los medios que no se atreven a sacar a la luz la tenebrosa historia que destaparía unos hechos muy oscuros de los ascendientes del actual monarca. Para muchos resulta mejor quedarse con la leyenda y no remover el cadáver de Federico Puig Romero, que pagó con la vida, al igual que sus padres, la cercanía a los Borbón. La investigación documentada se halla en mi libro Voces desde el más allá de la historia (Incipit, 2015), novelada en Alfonso XII y la corona maldita (Altera, 2018, Premio Hispania de Novela Histórica).


Con todos estos datos en la mano, todavía algunos se muestran reacios a desmitificar la leyenda, que analizada en profundidad se desmonta pieza por pieza. Ni el padre de Alfonso XII fue tuberculoso, y ni siquiera se puede hallar el parecido físico con Alfonso que se le atribuye, puesto que hasta el día de hoy no se ha dado conocer imagen alguna de este cacareado oficial Puigmoltó. Quizá porque desmentiría otro de los pilares falsos de la leyenda. Una leyenda que nos deja una historia frívola y seudoromántica, que nada tiene que ver con el sometimiento a que se vieron obligados para complacer caprichos regios Federico Puig Romero y su madre, Gertrudis Romero, con el padre de la reina, Fernando VII. Mejor dejarlo en cotilleos y validos que hablar de familias rotas, muertes silenciadas y abuso de poder. 



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