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sábado, 23 de julio de 2022

Pasados por las armas: 22 de junio de 1866

 


Si estremecedor fue el modo en que asesinaron a mi tatarabuelo, sin darle opción a nada, en su casa y delante de su familia, no es menos el triste final de los sargentos de artillería fusilados por  el movimiento revolucionario del 22 de junio de 1866, iniciado en el cuartel de San Gil de Madrid, con la muerte inesperada del coronel Federico Puig Romero a manos de unos sicarios que engañaron a otros sargentos inocentes de acuerdo a las indicaciones de quien movía los hilos para hacer desaparecer a Federico Puig Romero de forma camuflada, como si hubiera ocurrido en medio de la sublevación, y de paso, abortar el movimiento revolucionario. 

La mayoría de los sargentos que participaron en el movimiento fueron inducidos y engañados con promesas falsas. Muchos solo buscaban la libertad, como todos los intelectuales que participaron en el movimiento revolucionario que deseaba derrocar al gobierno de Isabel II. Y bastantes otros no tomaban partido y simplemente se hallaban en el lugar equivocado cuando fueron apresados por el delito de sedición que se pagaba con la pena de muerte.         

 OFICIALES MUERTOS DENTRO DEL CUARTEL DE SAN GIL



Coronel Federico Puig Romero  y teniente Juan Martorell Fivaller (Museo del Ejército) 




Comandantes Joaquín Valcárcel Velasco y Joaquín Cadaval Calderón, y capitán Ricardo Torreblanca Rodríguez (Museo del Ejército)


OFICIALES MUERTOS FUERA DEL CUARTEL DE SAN GIL


Coronel José Balanzat Baranda y comandantes José Fontes y Fernández de Córdoba y Emilio Escario y Fernández de Navarrete (Retratos del Museo del Ejército)

Aquel disparo a Federico Puig Romero antes de la hora acordada para la sublevación cambió todos los planes sorpresivamente, que no incluían matar a ninguno de los oficiales de artillería. Después de caer el coronel Puig, como piezas de dominó fueron cayendo otros oficiales y sargentos.  Gracias a esa confusión inicial el gobierno logra extinguir el movimiento ese mismo día y apresar a los chivos expiatorios sin que fueran capturados los que dirigían todo.  Solo pagaron los incautos que creyeron en quien les dirigía. Y ni siquiera todos los que acudieron al pabellón del coronel Puig sabían que no iban a apresarlo, sino a matarlo. 

Mis investigaciones, que saco a la luz en mi libro Voces desde el más allá de la historia, parten de la versión familiar según la cual la esposa e hijos de mi tatarabuelo escucharon todo desde una habitación donde se ocultaban,  y sabían que había sido herido de muerte pero faltaba el tiro de gracia. Y ese disparo es el que algunos autores pretenden que se le da en el patio del cuartel. En ninguna de esas versiones se dice lo que realmente ocurrió: le dispararon en su casa, no en el cuarto de banderas ni en otro sitio del cuartel. Si llegó al patio no fue por él mismo. Tenían que llevarlo allí para rematarlo y hacer creer que moría en acto de servicio. Todas las implicaciones y móviles para hacer desaparecer de este modo a Federico Puig Romero constituyen el eje de mi libro. 

De entre todas las versiones que he podido consultar sobre su asesinato, llama especialmente mi atención  la del autor Manuel Ibo Alfaro (1828-1885), en su primer y único volumen de Historia de la interinidad.  


Lo que yo tenía, según las recopilaciones de fusilados por La Gaceta en los días 25 de junio, 28 de junio, 2 de julio y 7 de julio, es que el asesino de mi tatarabuelo se halla entre el grupo de los últimos fusilamientos, tal como se publica en el periódico, pero sin especificar el nombre. Ibo Alfaro, sin embargo, dice que el asesino se halla en el primer grupo de fusilamientos, los de 25 de junio. Y da su nombre: Federico Gómez González


Lista de los 15 sargentos procesados en la causa del 23 de junio de 1866


Entre los quince procesados se halla el sargento Federico Gómez González que cita Ibo Alfaro como asesino del coronel Puig. Sin embargo, cuando se le interroga no se menciona en ningún momento al coronel Federico Puig Romero. Así que la afirmación de Ibo Alfaro queda descartada en lo tocante a que el sargento Federico Gómez fuera quien le disparó a Federico Puig Romero en la puerta del cuartel, después de haber sido gravemente herido en el cuarto de banderas

A los quince encausados, se les toma declaración, resultando acusados del delito de sedición. Es de resaltar que varios de ellos coinciden en que la hora de comienzo de la insurrección fue antes del toque de diana (contrariamente a lo afirmado en La Gaceta), y alguno cita entre cuatro y cuatro y media, corroborando mis investigaciones, que establecen que el coronel Puig fue asesinado antes de la hora planeada (a las cinco), lo cual implicó  la alteración sorpresiva de los planes de los revolucionarios. También implican los sargentos al capitán de artillería Baltasar Hidalgo de Quintana como quien dirigía todo.

Se les permite a los sargentos elegir quien los represente y resulta ser el sargento Miguel Safont, al que se da opción de elegir un oficial para defenderlos. Se le leen las listas de oficiales subalternos excepto los de los regimientos implicados. Elige al teniente del regimiento de infantería de Asturias número 31 Federico Novella Roig, el cual apenas hace seis años ha ingresado en clase de cadete y no tiene más de 21 años.  Al teniente Novella se le da una hora para revisar  todo el sumario y elaborar su alegato, después de que ya han sido todos condenados a ser pasados por las armas. 

Poco, muy poco puedo alegar en favor de mis defendidos atendiendo a lo terminante de nuestras leyes para casos como el que se encuentran (…) me atreveré a suplicar a este respetable tribunal confiando en su magnanimidad se digne aminorar la pena…

El Consejo se reúne entre la noche del 24 y la madrugada del 25 para confirmar lo que ya estaba decidido de antemano. Ese mismo 25 el capitán general va al calabozo donde se encuentran los reos, les hacen arrodillarse y les leen la sentencia de ser pasados por las armas, para a continuación llamar a los confesores para que mueran cristianamente, pese a que en sus declaraciones ninguno de ellos respondió afirmativamente a la pregunta de si tenían iglesia. Se les conduce a la salida de la puerta de Alcalá donde están formadas las tropas para la ejecución de la sentencia. Son puestos de rodillas delante de las banderas, se les lee sentencia y son pasados por las armas a las dos y cuarto de la tarde.

Delante de cuyos cadáveres desfilaron inmediatamente las tropas que se hallaban presentes y quedaron al cuidado de los hermanos de Caridad para ser enterrados...

El reinado de Isabel II se mantenía asentado sobre pilas de cadáveres. Entre ellos, el de mi tatarabuelo Federico Puig Romero.