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martes, 10 de agosto de 2021

Los restos del cuartel de San Gil salen a la luz




                           

Dentro de no mucho tiempo podré pisar aquel pavimento donde murió desangrado el coronel de artillería Federico Puig Romero el 22 de junio de 1866. Después de tantas veces de haber escuchado a mi abuela contar cómo había muerto asesinado mi tatarabuelo dentro del cuartel de San Gil nunca dejaba de estremecerme aquella cruenta muerte en estado de completa indefensión presenciada por su esposa y dos niños, el mayor de ellos mi bisabuelo Federico Puig Romaguera.

Retrato de Federico Puig Romero conservado en el Museo Específico de la Academia de Artillería de Segovia

Los disparos de los sargentos entrando a su vivienda y cómo lo escucharon todo tras una puerta su esposa y dos hijos…, el tiro de gracia que querían darle y alguno de los sargentos se negó porque había sido muy bueno con ellos..., el asistente del coronel Puig interponiéndose ante la puerta tras la que se ocultaban la esposa e hijos a los que también buscaban para matarlos… Y luego, la entrevista con la reina Isabel II que prometió proteger a los huérfanos y doblar la pensión a la viuda… Pero a cambio de SILENCIO. 


Escenificación del asalto al cuartel de San Gil el 22 de junio de 1866
                           

Al empezar a investigar en serio aquella historia busqué la ubicación de aquel legendario cuartel de San Gil donde  se habían producido estos hechos que marcaron no solo el rumbo de mi existencia, pues de la salvación de aquellos niños depende que yo naciera, sino de la misma historia de España, que dejaría atrás la monarquía por primera vez en 1873, culminando un conflicto de magnas proporciones por la evocación de este asesinato y las muertes de oficiales artilleros en aquella jornada que se inició con el disparo a mi tatarabuelo en su vivienda dentro del cuartel. 


Cuando localicé el cuartel, ya no había cuartel. En su lugar vi la hoy conocida como Plaza de España de Madrid. Indagando un poco más supe que el cuartel había sido derribado al comienzo del reinado de Alfonso XIII, y yendo un poco más allá supe que su madre, mientras fue regente, hizo lo posible para silenciar todo lo relativo al asesinato de Federico Puig Romero. Un gran contraste con la actitud de su marido, el rey Alfonso XII, que se involucró estrechamente con la artillería y buscó a sus hermanos de padre, Federico y Enrique Puig Romaguera, aquellos dos niños salvados milagrosamente de terminar del mismo modo que su padre. 


                     


Cuando logré sacar este pasado a la luz, primero en mi libro de investigación Voces desde el más allá de la historia (Incipit 2015) y luego la novela basada en ello, Alfonso XII y la corona maldita, tuve la fortuna de que este libro resultara galardonado y acudí el 23 de abril de 2018 a recibir el Premio Hispania de Novela Histórica sin dejar de pasar por aquel emblemático lugar que tanto ha significado para mí a lo largo de muchos años de trabajo e investigación. No había vestigio del cuartel y tomé algunas fotos al monumento de Don Quijote y Sancho Panza que allí se erige. 


                 


Un año después se iniciaron las obras de reforma de la Plaza de España. Y ahora, en 2021, se han hallado restos arqueológicos del cuartel de San Gil que formarán parte del proyecto de un itinerario arqueológico con todos los hallazgos y evolución de este lugar de Madrid. A los contrafuertes hallados previamente en la calle Bailén y la planta baja y sótanos del palacio de Godoy se suman desde junio de este año los del cuartel de San Gil. Cuando leí esta noticia la emoción afloró recordando esa sangrienta jornada de 22 de junio de 1866 que se utilizó para camuflar la conspiración de que fue objeto mi tatarabuelo. 


Acto de entrega del Premio Hispania de Novela Histórica el 23 de abril de 2018
                                   

Este nuevo paseo entre el templo de Debod y el Palacio Real permitirá un recorrido cultural que rememorará esa historia que tanto fue intentada ocultar. Y allí estaré, si las circunstancias me lo permiten, en aquel lugar donde rendiré mi homenaje a este antepasado que la historia quiso borrar. Y así lo anticipé en mi libro Voces desde el más allá de la historia, casi de forma premonitoria, al final del último capítulo, cuando se alude a las cartas del rey Alfonso XII a sus hermanos Federico y Enrique Puig Romaguera.  

«Acaso simplemente pensara que es imposible huir del pasado, que retorna con fuerza cuando menos se le espera. Se había echado demasiada tierra sobre el de su padre, sin contar con que la tierra algún día abriría sus entrañas y dejaría al descubierto lo que se había intentado sepultar sin haber muerto».


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