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miércoles, 16 de octubre de 2019

El proyecto de bibliotecas militares en España del catalán Antonio Puig Luca





Tal día como ayer, en 1843, el gobierno provisional publicaba el decreto de establecimiento de bibliotecas militares en España. Cinco días antes había cumplido trece años la heredera al trono, que al poco tiempo fue declarada mayor de edad y proclamada reina Isabel II. Su madre, María Cristina de Borbón Dos Sicilias, no estaba para verlo, porque en 1840 había partido al exilio, tras seis años de regencia. Fue en este lapso cuando le fue presentado por primera vez el proyecto de establecimiento de bibliotecas militares por el autor original de la idea, Antonio Puig Luca, militar catalán perteneciente al Servicio Científico de la Guerra y por entonces gobernador de la Ciudadela de Barcelona.

María Cristina de Borbón Dos Sicilias.

El 25 de diciembre de 1836 Antonio Puig Luca remite a su superior una memoria con su proyecto, que es trasladada a María Cristina, la cual responde el 13 de enero de 1837 prometiendo ponerlo en práctica y agradeciendo a Antonio Puig y Luca su celo y patriotismo. La Real Orden que lo expresa viene a reconocer la autoría y literalmente dice así:

‹‹De todo se ha enterado S.M. con sumo agrado y lisonjeándose de que el aumento de la riqueza pública y el anhelo universal de la instrucción no tardarán en producir naturalmente en nuestro país ese género de establecimiento que como otras muchas instituciones de la mayor importancia solo pueden existir con crédito y utilidad a favor de aquellas circunstancias; se ha dignado resolver que entretanto llega ese caso dé V.E. las gracias al expresado coronel por su ilustrado celo y patriotismo. De Real Orden lo digo a V.E. para su inteligencia y cumplimiento. Dios guarde a V.E. muchos años. Madrid 13 de enero de 1837››.


La promesa tarda siete años en cumplirse, ya sin María Cristina. En el decreto de 15 de octubre de 1843 firmado por el general Serrano se da a conocer públicamente el proyecto de Antonio Puig Luca pero sin reconocimiento ni mención alguna de su autoría. Un año después, el 27 de septiembre de 1844, otro decreto, esta vez firmado por Isabel II, anula el anterior. 

‹‹No habiendo sido posible hasta ahora llevar a efecto el decreto del 15 de octubre del año anterior… y convencida de las dificultades que se presentan para la realización de aquel pensamiento, siendo la más invencible la falta de fondos para la compra de las obras necesarias, vengo en decretar lo siguiente: Artículo 1º “queda sin efecto el decreto de 15 de octubre de 1843››. 


Cabe preguntarse si en ello influyeron las reclamaciones de Antonio Puig Luca, al que en agosto de 1844 se le deja excedente siendo todavía teniente de rey de la Ciudadela. En septiembre reitera su petición de ascenso, acompañada de un informe del capitán general de Cataluña, pero todo es inútil. 

Según su biógrafo, Julio de Ramón Laca, autor del libro Antonio Puig y Luca, un eximio patricio inédito (estudio biográfico, histórico y penológico crítico), el trato recibido por Antonio Puig fue mezquino e injusto hasta el punto de deteriorar su salud  y expirar el 15 de abril de 1848.



Remito a esta biografía para conocer a fondo la personalidad que Ramón Laca intenta rescatar del olvido, destacando esta personalidad polifacética sobresaliente en el campo militar y penológico, con ideas avanzadas para su tiempo, desarrollando continuamente ideas en el campo literario, periodístico, para la Real Academia de Historia y en multitud de proyectos urbanísticos para implementar mejoras en su querida Barcelona. Una visión detallada y muy personal sobre su vida la proporciona su amigo y albacea Antonio Búxeres, autor del Elogio al difunto coronel Don Antonio Puig y Luca, leído en sesión pública de la Academia de Buenas Letras el 27 de mayo de 1849 en homenaje a este socio ejemplar después de cumplirse un año de su muerte.


Respecto a su faceta menos conocida y oculta, Antonio Puig Luca era primo hermano de Vicente Puig Formenti, mi antepasado, ambos de estirpe barcelonesa y militares de los Reales Ejércitos, a los que servía Vicente Puig Formenti en el Regimiento de Voluntarios de Barcelona cuando se casó en 1802. De este matrimonio nacerían siete hijos, de los cuales  Antonio Puig Luca llegó a convertirse en tutor después de las penalidades que hubo de sufrir esta familia a la vera de Fernando VII. Uno de ellos, mi tatarabuelo, Federico Puig Romero, mantuvo estrecha relación con su tío Antonio, el cual no llegó a ver el dramático final de Federico, ni a conocer la relación a que se vio abocado con Isabel II, resultando de ello el futuro rey Alfonso XII. Pero eso es otra historia que doy a conocer en las investigaciones de mi libro Voces desde el más allá de la historia (Incipit, 2015), novelado en Alfonso XII y la corona maldita (Altera, 2018). 

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