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jueves, 31 de octubre de 2019

Defunción falsa del abuelo de Alfonso XII



Actual Plaza de San Francisco de Asis (Pamplona).

Pamplona, 1 de noviembre de 1815. La antigua iglesia del convento de Francisco de Asís acogía el cadáver del coronel de Infantería Vicente Puig Formenti, el desconocido abuelo paterno de Alfonso XII. El abuelo paterno oficial de Alfonso XII es el infante Francisco de Paula, hermano del rey Fernando VII. Esto siempre y cuando la reina Isabel II, heredera de Fernando VII, hubiera procreado este hijo con el rey consorte, Francisco de Asís. Pero parece ser que ni este hijo ni ninguno de los dados a luz por la reina Isabel II tenía demasiadas probabilidades de ser legítimo, al menos por la rama paterna, dadas las preferencias sexuales del rey consorte y la gran capacidad amatoria de Isabel II, que cumplía a la perfección con sus deberes de dar a luz vástagos reales, recurriendo si era preciso a la ayuda externa de cuantos colaboraron en la tarea de forjar estos herederos de la corona que su esposo Francisco de Asís difícilmente podría engendrar.


De todos estos vástagos, de quien más se habló fue  del príncipe Alfonso, que más adelante reinaría como Alfonso XII. Se rumoreó hasta la saciedad que el candidato a esta paternidad (en cada alumbramiento se especulaba sobre la identidad del donante genético) era un oficial de Ingenieros llamado Enrique Puigmoltó y Mayans (el nombre correcto no se decía entonces, porque solo se manejaban rumores). Se ocultaba así la identidad de quien se vio obligado a cumplimentar a la reina en su fogosidad, dando como resultado aquel embarazo del príncipe Alfonso. ¿Por qué ocultar esta identidad recurriendo a otro que generara un escándalo tan grande que desviara totalmente la atención de Federico Puig Romero?

Federico Puig Romero y Alfonso XII.
                   

El padre de Federico era Vicente Puig Formenti, y la falsificación de la defunción de Vicente coincide  con que su esposa Gertrudis quedara embarazada de Fernando VII. Vicente sobraba en los planes de Fernando. Todo esto constituye el entramado de mi novela ganadora del Premio Hispania de Novela Histórica, Alfonso XII y la corona maldita. Pero aunque hablemos de una novela, los hechos que la sustentan distan muy poco de la realidad, que puede hallarse en la investigación en que se basa, publicada en mi libro Voces desde el más allá de la historia.

Tres generaciones de la rama Borbón quedan vinculadas por lazos de vida y muerte a tres generaciones Puig. De la rama Borbón: en la primera, Fernando VII con Gertrudis Romero (viuda de Vicente Puig Formenti); en la segunda, Isabel II con Federico Puig Romero y, por último, en la tercera, Alfonso XII con los hermanos Federico y Enrique Puig Romaguera (sus hermanos de padre).


Fernando VII.


Todo comienza en la primera generación, cuando Gertrudis Romero es arrastrada involuntariamente a la vida de Fernando VII, repitiéndose la historia bíblica de Betsabé, elegida por el rey David como su amante a pesar de estar casada, para lo cual, dicho rey David se aseguró de la muerte de su esposo, Urías. La realidad vivida por Gertrudis y su familia supera la ficción.

Defunción original de Vicente Puig Formenti.

      
Defunción falsa de Vicente Puig Formenti incluida en el expediente de viudedad.

Tal día como mañana, en 1815,  se producía la muerte de Vicente Puig Formenti, cuya defunción fue necesario falsificar dejando el camino libre a Fernando VII para llevar a Gertrudis a palacio, despojándola de su dignidad y disponiendo de ella a su antojo hasta que se cansa y le da un final trágico. Todo lo que ocurre después lleva a esa segunda generación de cuyo entrecruce surge Alfonso XII. 

Las consecuencias llegarían más tarde cuando se produce el asesinato de Federico Puig Romero y la necesidad del estado de encubrir sus circunstancias. Ya no era tan sencillo tapar un crimen como en el absolutismo de Fernando VII, y este asesinato sin resolver de Federico da bastantes quebraderos de cabeza a cuantos requirieron que quedara zanjado. Tal vez lo consiguieron durante mucho tiempo, pero los hechos no pueden ocultarse siempre, menos aún cuando se comienza a escarbar. Y ese ha sido mi trabajo a lo largo de años. La historia merece ser conocida y contrastada. Y que los lectores juzguen.



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